Un Psicólogo de Roja Nariz

Por Gladys Alvarado     25/03/2020
 
Foto: Cortesía del entrevistado
 
 
Le conocí hace ya muchos años, siempre vinculado a la Compañía Variedades Santiago y presente en la mayoría de los eventos que organizan los ilusionistas de todo el país. Él es Eduardo Montoya Pérez, psicólogo y Master en intervención psicosocial del Hospital Infantil Norte, Juan de la Cruz Martínez Maceira, en Santiago de Cuba.
 
Tal vez los niños ingresados en ese centro hospitalario no conocen al Doctor Montoya, pero si les preguntamos por el Doctor Pon, todos nos darán detalles de sus funciones y cómo localizarlo. Hacia allá nos dirigimos, por el camino que allana el dolor y fortalece.
 
Me coloco mi roja nariz y le pregunto: ¿qué llegó primero a su vida, la magia o la vocación médica?
 
Lo primero fue el estudio de la Psicología, en la Universidad Central de Las Villas, donde me gradué en el año 1986, pero siempre tuve el bichito dentro de la curiosidad por la magia y las actuaciones de los payasos.
 
¿Qué figura lo inspiró a vincular el arte de la magia y el clown con la medicina?
 
A mis manos llegaron una serie de artículos de una revista española especializada, en la cual un psicólogo se refería al arte de hacer reír a los enfermos; por otra parte, los resultados del doctor norteamericano Patch Adams, conocido como “el médico de la risa” fueron mi más fuerte motivo de inspiración. Recuerdo en una ocasión ver al mago Leyva haciendo una presentación en el teatro Heredia y me acerqué a él. Más tarde me llevó a casa del ya fallecido maestro Alberto Pujals y allí aprendí mucho. En esa casa se hacían tertulias de magia y también conocí al mago Gascó, el cual se convirtió en otro de mis maestros y mi gran amigo en la actualidad.
 
Sus experiencias son anteriores a la de los Payasos Terapéuticos, un poco de esa historia sería interesante conocer.
 
Cierto, mis experiencias son anteriores a que en Cuba se pusiera en práctica el trabajo de los Payasos Terapéuticos y se remonta a 1998, fecha en que comencé a vincular el arte de la magia con mi labor científica. Todo surge dentro del propio hospital, a partir de la creación de un espacio con los pacientes con enfermedades crónicas, bautizado con el nombre de Mi Sala Mágica. En estas actividades me pude dar cuenta de los cambios psicológicos en los estados de ánimo y en la recuperación de los pacientes luego de participar en alguna de las peñas que hacia.
 
¿Nos pudiera resumir los recursos técnicos y espirituales que pulsa usted en su     trabajo para lograr la empatía con los pequeños pacientes?
 
En mis funciones mágico terapéuticas utilizo los recursos psicoterapéuticos para lograr mejoras en el estado de ánimo de los pacientes y su adaptación al medio hospitalario. Acudo a la sugestión, el apoyo, el empoderamiento y el juego infinito, entre otros muchos recursos, pero la magia es esencial como recurso psicológico. El problema no es hacer magia por hacerla, sino crear ese ambiente de fantasía que tanto les gusta a los niños y tantos provechos tiene. Recuerdo que el Dr. Gardner dice: “la magia es un rompehielos”…, pues logra romper con los estados de apatía que puede tener un niño al ingresar a un hospital y favorece la relación médico paciente.
 
Es usted un excelente mago, heredero de lo más depurado del ilusionismo santiaguero ¿en algún momento consideró la posibilidad de abandonar su profesión y dedicarse únicamente a la magia?
 
En ningún momento he pensado en abandonar mi profesión, siempre el objetivo central de mi vida ha sido el vincular la ciencia y el arte, como afirmaba el Dr. Carballo: “En la clínica el arte de curar es una ciencia y la ciencia de curar es un arte”, aunque en mis ratos libres ejerzo como mago y animador de fiestas, en carácter de trabajador por cuenta propia.
 
Sus experiencias se multiplican a lo largo de la isla ¿se organizan talleres, encuentros? ¿Háblenos un poco de cómo capacitan a otros interesados?
 
En Santiago de Cuba creamos el grupo de Doctores Payasos y a partir del mismo, organizamos talleres de perfeccionamiento artístico terapéutico, con personas pertenecientes al sector de la Salud, a los cuales les facilitamos herramientas para interactuar con niños que padecen enfermedades crónicas o en otros espacios que demanden nuestra intervención, para alegrar la vida de los más necesitados desde el punto de vista emocional. El objetivo de los Doctores Payasos es aliviar el sufrimiento humano, alejar el estrés del medio hospitalario y llevar el juego hasta la cama del niño hospitalizado.
 
En el quehacer diario de los Doctores Payasos, vamos enriqueciendo la teoría y los diversos métodos de intervención para lograr mayor eficacia en nuestra labor.
 
¿Qué pudiera recomendar a quienes se acerquen con el corazón a este tipo de servicio humano?
 
Les recomiendo amar lo que se hace, porque en más de una ocasión he formado a algunos colegas que con el paso del tempo se retiran por falta de entrega y amor, se acercaron a esta modalidad a partir del embullo, porque, te aseguro que colocarse una nariz de payaso en un hospital no es nada fácil. En primer lugar porque aún existen personas que no valoran la utilidad de lo que hacemos y sólo lo aceptan, a medias, cuando comprueban los resultados.
 
Te aseguro que el trabajo de un Doctor Payaso es algo muy serio, pues somos la alegría que renace del dolor; devolvemos la esperanza a aquellos que habían perdido la ilusión por la vida. Además, cada intervención que se realiza siempre tiene un objetivo terapéutico preconcebido, es como localizar qué niño necesita de un “empujón” psicológico para mejorar su salud emocional y allí va el Dr. Pon a jugar con él y a realizarle sus magias terapéuticas.
 
Al concluir la charla, ya nada será igual para mí, porque a mi lado viajará el Doctor Pon y su carga de regalos para el alma.