¿Qué se esconde tras la risa del payaso?

Por Gladys Alvarado               28/10/2020
 
Foto: Cortesía de la autora
 
 
Nuestro Alejo Carpentier afirmaba: “…los grandes, los verdaderos payasos, son los herederos de la más antigua tradición cómica de la humanidad.”
 
Remitámonos entonces a la estética marxista leninista y lo que ella apunta en su sistema de categorías: “Lo cómico se relaciona con una violación de la armonía, siempre es ridículo, pero contiene en sí un amplio contenido social, ya que se relaciona con la afirmación de determinado ideal estético y alguna forma de valoración de la realidad”.
 
Si atendemos a ello, el payaso debe sumergirse en su propia intimidad y a partir de ella estimular la aparición de sus aspectos más ridículos; para desde el absurdo dramático asumir las diversas situaciones y conflictos. En este proceso de conocimiento de su clown, debe primar la búsqueda de la creatividad en la propuesta general y la originalidad en la construcción de ese su personaje o criatura que le acompañará para siempre, pero inmerso en diferentes situaciones dramáticas.
 
Hay algunas palabras-acciones que lo acompañan inseparablemente: libertad, sinceridad, espontaneidad, creatividad, vulnerabilidad, inocencia, complicidad, humor y comunicación. El payaso tiene que ser curioso, disparatado y trasgresor, cuanto más seria y sinceramente enfrente su personaje, más risa provocará.
 
Acercarse a esta especialidad no debe ser jamás un reducto para la mediocridad, sino el magisterio de un arte escénico que procesa la realidad objetiva con ojo agudo y selectivo, pero también con toda la sensibilidad y ternura que demanda la profesión.
 
El payaso precisa de los recursos técnicos de la actuación, conocimientos que le facilitarán todo el proceso de investigación interna y externa imprescindibles para la construcción de su imagen y las situaciones dramáticas donde ésta se desenvuelve; pero además es un profesional con un cuerpo entrenado rigurosamente en los géneros circenses, en el arte de la pantomima, en la danza y en el empleo de su órgano vocal, pero sobre todo tiene que ser un hombre culto, sensible y creativo; generalmente autor de sus propios números, O, como diría Chaplin, artífice de una “profesión hecha de veinte oficios a la vez”.
 
Expresión corporal:
 
El cuerpo del payaso debe estar dotado de la máxima flexibilidad, para lograr movimientos amplios y definidos, capaces de expresar toda la gama de intenciones y sentimientos íntimos. Se expresa también con los ojos, la boca, las manos, los dedos; en ocasiones con movimientos prácticamente imperceptibles, pero efectivos en la construcción del personaje. Por tanto, el dominio de cada uno de los segmentos del cuerpo debe ser objeto de interés y entrenamiento sistemático.
 
Podemos concluir que, la plasticidad externa del personaje tiene sus orígenes y motivación en el tiempo y ritmo interior de nuestra energía, por lo que a partir de lo interno surgirá como respuesta un movimiento fluido o en contrapunto, capaz de ser transmitido al espectador a través de un cuerpo dúctil.
 
Voz y Dicción:
 
Infinidad de principiantes consideran que para encarnar a un payaso basta con emitir sonidos estridentes, distorsionar el lenguaje y adoptar voces “extrañas” o “bobaliconas”; nada más alejado de la realidad.
 
La palabra es también acción, que se integra armónicamente al movimiento.
El texto debe escucharse nítidamente desde el inicio, hasta la última palabra de la oración. Un texto no comprendido a cabalidad confunde al espectador y lo desvía de su atención. No se trata de gritar, tampoco es suficiente saber proyectar la voz hasta el último espectador, sino que se requiere de una buena colocación, una técnica de respiración efectiva, una dicción impecable, así como el conocimiento del ritmo y las pausas al hablar. A partir del dominio de estas premisas básicas, se podrá entonces emprender la búsqueda, la descomposición de los cánones, las formas y matices vocales que distinguirán a cada payaso en particular.
 
No es posible repetir soluciones artísticas propias del siglo pasado, efectivas en otros tiempos y contextos, sino que, mediante la creación de pequeños estudios de improvisación, el artista  irá a la búsqueda de situaciones originales y de factura contemporánea.
Este ejercicio posibilitará perfilar una trayectoria dramática clara, que contenga en sí principio, desarrollo, clímax y final, así como un sólido conflicto, cuya solución conduzca al hilarante desenlace. En todo el proceso se tendrá presente también el subrayado de cada uno de los sucesos, las acciones físicas, la manipulación de objetos, el vestuario a utilizar, el trabajo con la máscara facial y el empleo de la música; sólo entonces estaremos en presencia de una imagen artística integral.
 
Erdwin Fernández nos afirma en uno de sus libros: “El trabajo del clown es como un juego. Un juego en el que la primera regla es la observación. El clown observa, analiza, busca ángulos humorísticos en los sucesos que ocurren a su alrededor. Después selecciona elementos de la observación y hace las parodias. La segunda regla es la veracidad; la autenticidad. En el juego, el clown tiene algo que contar y su relato debe ser veraz.”
“Ser payaso no es solamente embarrarse de colorines, es también usar una idea nueva por cada color viejo”
 
Oleg Popov enunciaba: “cread alegría y no busquéis la risa”
 
George Abbot, productor y director de comedias de principios del siglo XX en Broadway, afirmaba: “La comedia es el descarrilamiento de un tren de pensamientos…” “El rumbo ha de ser continuo, enérgico, hasta el Beat <bit> (pausa, silencio, parada) antes de que el tren se descarrile”.
 
Abbot se refería con esta analogía a una minúscula pausa, poco más que el tiempo que lleva el tomar el aire y respirar, pero que impide atropellar el chiste.
Clasificó las bromas como: de diálogo, visuales o de sonido y a todas les aplicaba el beat, justo antes del efecto cómico, con lo cual lograba su limpieza y absoluta percepción.
Decía: “la broma no está en el que lanza la tarta, sino en el que la recibe; pero cuídate de estar contando el final o revelar demasiado al principio.
Aplicaba la siguiente “regla de tres”: Puedes hacer la misma broma tres veces, si a la tercera le introduces una variante ascendente e inesperada.
Afirmaba además que no existe ninguna broma nueva, sino las mismas en diferentes contextos, porque al final siempre nos hemos estado riendo de nosotros mismos”.
 
El clown y profesor Marcos Malavia trabaja con sus alumnos sobre las siguientes premisas: “El clown no tiene sentido del tiempo, del dinero, de nada. Trabaja para una “colina” donde hay tres personas: una es miope, la otra no oye bien y la tercera se duerme constantemente.
El clown se mueve como si levitara a 5 mm del piso, esa sensación le da una dimensión diferente a su actuación.
Siempre trabaja al límite, como al borde de la muerte.”
 
Ahora bien, ¿cómo vestir a mi clown? Muchos principiantes acuden a las casas de fiestas en la búsqueda de coloridos trajes, pelucas y zapatones. Consideran que, mientras más brillo y colores, mucho mejor; ¡craso error!, la imagen externa es el resultado de todo un proceso interno que conduce a la creación de un tipo específico, una criatura que habla, se mueve y reacciona de manera única. Por tanto, solamente después de haber concebido a tu payaso, sabrás que tipo de maquillaje, vestuario y otros accesorios debe portar.
 
Estas consideraciones pretenden motivar a nuestros payasos hacia búsquedas profundas que aporten cualitativamente en lo individual y colectivo de este gremio de la alegría. Existen infinitos recursos y diferentes resultados que aportan al artista las herramientas capaces de arrebatar la risa, como si sujeta a ella  estuviera sólo la obra de la casualidad.
 
Sumergirse en la investigación, el entrenamiento y la búsqueda de la fantasía creadora es parte de la individualidad de cada profesional.